domingo, marzo 29, 2009

Y pasó una nueva edición del festival Palabra y Música. La semana pasada (y muchas semanas anteriores) estuvo marcada por la organización de este evento multimedia que ya ha rebasado con creces la definición de spoken word, si es que se puede enmarcar este género tan variado en una única categoría.
Los días del festival en Gijón sirvieron para comprobar que Irvine Welsh es un tipo que además de escribir muy bien es muy majo, muy tranquilo y con mucho sentido del humor. Y también para disfrutar (aunque su espectáculo fuese un poco a trompicones) de la conversación de Mario Pacheco y Joe Boyd.
Soy muy fan de Mario Pacheco desde que le conocí hace poco, me parece una persona genial. Y a Joe Boyd le sigo de cerca desde que empecé a aprenderme de memoria la discografía completa de Nick Drake hará unos veinte años. Su libro "Bicicletas blancas" es un relato delicioso (aunque con una traducción mejorable) de una época que él vivió muy intensamente. No en vano hablamos de un señor que se fue de gira con Muddy Waters, estuvo con Dylan en Newport, produjo el primer single de Pink Floyd, fue manager de Incredible String Band, descubrió a Nick Drake... De una parte nuclear de esa época que narra el libro trata un interesantísimo documental de la BBC, emitido hace poco por TV3. Ahí dejo el link para que lo disfrutéis.

viernes, marzo 27, 2009

Esto salió en el número de Marzo de la revista Rockdelux (la misma que en el número de Abril dedica su portada a la grandísima serie "Perdidos"). Léanlo, por favor, que esto se vota dentro de nada y todo indica que nos la van a meter doblada, una vez más. Y dicho esto, pego el texto y me dispongo a ver el capítulo de anteayer, que está la cosa más que emocionante en la isla.

Extensión del copyright: otra mentira de la industria discográfica

Richard Spencer (el nombre es inventado) tiene 73 años y sufre una enfermedad degenerativa que le impide seguir tocando el piano y la guitarra. En su juventud trabajó como músico de sesión y, en 1959 y 1960, participó en algunos discos que llegaron a ser éxitos comerciales. Luego se ganó la vida tocando en orquestas de pueblo, bodas, hoteles y en todos esos lugares donde acaban tocando los músicos que se quedan a un lado en el camino hacia la fama. Ahora, en el ocaso de una vida dedicada a la música, físicamente impedido para seguir tocando, logra sobrevivir gracias a los royalties que recibe de aquellos éxitos musicales en los que participó hace medio siglo.
Historias como la de Richard son las que esgrimen los lobbies de la industria discográfica para presionar a la Unión Europea, que estos días discute la posible ampliación del copyright sobre las grabaciones para proteger a intérpretes y músicos de sesión en los últimos años de su vida. Hasta ahora, el derecho patrimonial sobre los registros sonoros dura 50 años desde la fecha de la grabación. Luego ésta pasa al dominio público, igual que pertenecen al dominio público las obras de Cervantes o Beethoven. Si la nueva propuesta de directiva sale adelante, ese plazo se extendería hasta los 95 años.
Hasta aquí –obviando que muy poca gente vive más de 110 años- podría ser comprensible la preocupación social de discográficas y europarlamentarios. Nadie quiere que el señor Spencer viva como un pordiosero los años que le queden, que ojalá sean muchos. El problema es que la reivindicación de la industria discográfica, aparentemente justa y llena de bondad, está basada en una mentira. ¿Recuerdas aquello de que el CD era más caro de fabricar que el vinilo? Pues he aquí un nuevo embuste de campeonato, que se discute actualmente en la UE y cuya decisión final conoceremos probablemente en abril.
En realidad, si los músicos e intérpretes están desprotegidos cuando llegan a la vejez –aparte de su desinterés innato por los temas prosaicos de la vida: hablo de cosas como cotizar a la Seguridad Social- es porque las discográficas se han pasado décadas explotándoles de manera inmisericorde: el estándar de la industria es dar al intérprete un 8% de los beneficios de la venta de un disco. Pero no del precio de venta al público, ojo, sino del precio de venta al distribuidor. Es decir, que cada vez que compras un disco el músico se lleva como mucho cincuenta o sesenta céntimos. Pero eso no es ninguna novedad, se sabe de toda la vida. Ahora la mentira es otra: según datos aportados por los más prestigiosos centros de estudio de la propiedad intelectual en Europa, si se impone la extensión del copyright sobre las grabaciones a 95 años, la mayoría (el 80%) de los músicos e intérpretes recibiría entre 0.50 y 26 euros al año. Una pensión que te cagas para que el señor Spencer disfrute de su retiro.
En la industria de la música hay dos tipos de copyright: el que poseen los autores (y sus editores) sobre la composición, que dura hasta 70 años después de la muerte del autor; y el que poseen las discográficas (y los músicos) sobre la grabación –lo que se llama en España “derechos conexos”-, que dura 50 años desde la fecha de la grabación. Las técnicas de grabación y los aparatos de reproducción doméstica -el tocadiscos, vaya- son relativamente recientes, tanto que hasta ahora ese plazo no había empezado a preocupar seriamente a la industria. Pero el tiempo, ay, pasa inexorable y la sombra de la gratuidad se cierne sobre la joya que corona la cima de la música grabada: ¡los Beatles!
EMI, propietaria de esos derechos, tiene muchísimo que perder. En cuanto a los músicos, la clave está en la diferencia entre Paul y Ringo: uno componía y seguirá cobrando por ese concepto durante toda su vida (y luego sus herederos, hasta 70 años después de su muerte), mientras que el otro empezará a dejar de recibir royalties dentro de tres años, y el grifo se le secará definitivamente en 2020. Pero por cada Ringo Starr que se queda sin ingresos considerables (siempre le queda apuntarse a La Isla de los Famosos) hay miles de Richard Spencer que no van a experimentar ningún cambio reseñable en sus cuentas corrientes.
Otros sí pueden experimentar esos cambios: empezando por los músicos más jóvenes, que verán cómo descienden sus ingresos futuros al haber mucha más gente a repartir. Pero, también, y sobre todo, quien lo notaría es el público. Bloquear el acceso de las grabaciones al dominio público es bloquear el acceso legal, igualitario, libre y gratuito de la gente a la cultura. Un ejemplo: la radio online Pandora anunciaba hace poco que está a punto de cerrar porque el pago de derechos se lleva el 70% de sus ingresos. A medida que el repertorio de la música grabada vaya pasando al dominio público, esa situación y la de muchos otros medios online podría cambiar. Y eso que ganamos todos sus oyentes potenciales. Por otra parte, la mayoría de las grabaciones que van a ir pasando al dominio público están descatalogadas, porque mantenerlas en el mercado no es rentable para sus propietarios (básicamente, las cuatro grandes corporaciones multinacionales: Sony, Universal, EMI y Warner). Pero muchos sellos especializados son capaces de mantener un catálogo interesante y ganar dinero con unas ventas por las que una multinacional te monta un ERE en dos minutos.
Volvamos a nuestro amigo, el anciano señor Spencer. Si realmente queremos ayudar a los artistas no compositores y a los músicos de sesión, ¿no sería mejor revisar los contratos discográficos y hacerlos más favorables a la parte débil (es decir, a los músicos)? El objeto del copyright sobre las grabaciones es proteger la inversión de la discográfica y asegurar los ingresos para que pueda seguir invirtiendo en nuevos artistas. ¿Hacen falta 95 años para recuperar esa inversión? Teniendo en cuenta que la propiedad industrial en general, incluidas las patentes farmacéuticas, pasa al dominio público a los 20 años, ¿no es más que suficiente con 50 años para las grabaciones? Si lo que nos preocupa es la salud y el retiro feliz de Richard Spencer, ¿no se puede establecer que, a partir de esos 50 años, el copyright de las grabaciones pase a ser propiedad de los músicos y los intérpretes, hasta el día de su muerte? A partir de ese día, entrarían en el dominio público y podríamos beneficiarnos todos. Estoy seguro de que el señor Spencer estaría de acuerdo.

martes, marzo 17, 2009



Me gustaría mucho estar el 4 de abril en Mallorca, para ir al festival tributo al mítico Malafama. Pero -adelanto- lamentablemente estos de la foto no van a estar.

lunes, marzo 16, 2009

Esto salió publicado el viernes pasado en la edición de Baleares del diario El Mundo:

Un techo para las luminarias

Cuando esta semana se habló en el pleno del Ajuntament de Palma del proyecto de reforma de la Façana Marítima, enseguida pensé en el uso que se le iba a dar al edificio de Gesa. Algunos artículos en la prensa me han confirmado que no fui el único: estoy totalmente de acuerdo con la propuesta de la ACIB y la AAVIB (los cineastas y los artistas visuales, respectivamente) de convertir el emblemático edificio en un laboratorio creativo, un centro artístico y social donde se den cita las disciplinas artísticas contemporáneas como el cine, el arte contemporáneo, la arquitectura, la danza y, claro, la música.

Para los lectores habituales de esta sección no es nueva la reivindicación de un espacio en Palma donde se puedan celebrar conciertos sin importar el volumen (¿o tenemos que medir la creatividad musical permitida según los decibelios?). El edificio de Gesa, además de una historia íntimamente ligada a la electricidad y el alto voltaje, tiene capacidad para adaptar esa sala polivalente que tan útil sería para albergar conciertos de todo tipo, proyecciones, filmoteca, talleres y residencias de artistas. Estamos ante una oportunidad de oro para crear ese centro artístico de vanguardia que puede marcar la diferencia cultural en Palma durante muchas generaciones.

Por motivos laborales paso mucho tiempo viajando y visitando centros culturales y salas de conciertos susceptibles de otros usos artísticos. Sólo en el último medio año, he visto varios ejemplos envidiables de reutilización del antiguo matadero municipal (en Madrid, en Bremen, en Huesca, ¡incluso en Azkoitia!), reconvertido en centro artístico y/o dinamizador de la cultura local, promoviendo a la vez la interacción y el intercambio con otros artistas foráneos. Aquí convertimos el matadero en un centro comercial a la imagen de los malls americanos, pero con arquitectura modernista. Afortunadamente, aún tiene un cine que programa sin basarse únicamente en criterios comerciales. Ahora, insisto, tenemos la oportunidad de crear un centro artístico y social que funcione como fábrica de ideas, abierto a la participación de los creadores, de los gestores y de los mismos usuarios, que no funcione como un museo o un escaparate (¡que no sea un Palacio de la Ópera de Calatrava!) sino como un lugar para la interacción de las distintas disciplinas artísticas y el desarrollo del tejido cultural en Palma. No deberíamos desaprovecharla.

domingo, marzo 15, 2009

El mes pasado encontré en un mercadillo de Alicante una copia en buen estado del recopilatorio "Future Shock", una reedición del 85 del disco de 1980 (el original se titulaba "Hicks From The Sticks") que reunía a los más destacados de entre los grupos de provincias de aquel momento en Gran Bretaña. Clock DVA, Wah! Heat o Section 25 fueron de los que más trascendieron, pero mis favoritos son Airkraft y, sobre todo, Ada Wilson and Keeping Dark. El "Head in the clouds" de estos últimos es una pegadiza melodía de indie-pop con vientos, como una maqueta de los Dexy's, tímida e insegura pero con un encanto irresistible.
Cuenta la leyenda que, en un concierto en Yorkshire, de donde era el grupo, Chrissie Hynde preguntó a Ada Wilson: Whose are these pants?
A lo que Ada respondió: Mine, if there's any brass in pocket. El resto, como suele decirse, es historia.

sábado, marzo 14, 2009

Ian Svenonius le dice a Calvin Johnson: Hurricane Katrina... a lot of records got wet. And now, they survived, but their labels have eroded. Isn't that interesting?
The Soft Focus, mi programa favorito de la televisión, con permiso de Lost.

martes, marzo 10, 2009

Pasa bastante a menudo: un grupo o un manager (juvenil o no) te manda un mensaje intentando convencerte de que les saques el disco. Normalmente te ofrecen el producto acabado, con todo hecho: grabación, diseño, el paquete completo. Claro que no los has escuchado aún, pero eso parece un trámite.
En fin. En primerospasitos nunca hemos sacado nada que nos haya llegado así, pero quién sabe, quizá luego los escuchas y es el grupo de tu vida. El caso es que esta semana ha llegado una propuesta de ese tipo. Asegura que el disco ya está grabado, sólo falta pasteurizar. Inmediatamente, piensas que ese grupo tiene que ser la leche.

martes, marzo 03, 2009

Se habla ahora de que si se quiere hacer una Ley de la Música y bla, bla, bla, pero aquí siguen en vigor unas normas sobre los ingresos de los artistas internacionales que no tienen ningún sentido: a no ser que tenga una agencia de contratación que se haga cargo (e incluso en ese caso), en España después de una actuación el artista internacional no cobra el 100% de lo acordado como caché.
El 24% (se dice pronto: ¡el 24%!) se le retiene y el promotor debe pagarlo a Hacienda. Claro que esa retención puede recuperarla el artista reclamándola cuando hace la declaración anual en su país, pero dile a tú a un artista que puede recuperar ese 24%, que considera suyo, dentro de, pongamos, siete, ocho, nueve meses, cuando llegue el momento de hacer su declaración. Ya puestos, ¡dile tú a un artista que haga una declaración de ingresos anual!
En la práctica, como sucede con el 10% que se queda la SGAE supuestamente en su nombre (y que ninguno que yo conozca vuelve a ver en la vida), ese 24% del caché del artista se lo queda nuestro gobierno y su legítimo propietario no lo recupera nunca.
Esto se aplica a los ciudadanos de todos los países excepto Alemania, país con el que hay un acuerdo de doble imposición que evita este desmán incomprensible. En el caso alemán, basta que el artista haga una factura (sin IVA) y cobra el 100% de lo acordado.
Los burócratas son un cáncer en general. A veces necesario, las más de las veces superfluo y/o perjudicial. En el mundo de la música, también.