martes, agosto 29, 2017



Hoy tocan Hinds en Ibiza compartiendo cartel con Primal Scream dentro de la programación de Ibiza Rocks. Se conocieron en Londres pero afianzaron su amistad en el backstage del Vida en Vilanova (y creo que en algún backstage de festival posterior también), y estoy seguro de que esta noche habrá una gran fiesta cuando se encuentren en Ibiza.
Cuando salió el primer single de Deers, como se llamaban por entonces Hinds (¡qué bien se ha consolidado el nombre, con la ansiedad que nos produjo el cambio en su momento!), hablé bastante sobre ellas con Stephen Pastel, que me iba avisando cuando algún cliente ilustre de su tienda se llevaba el disco o le comentaba algo sobre el grupo.
Así fue como supe que el artista David Shrigley, que se compró el disco en Monorail (la tienda de Stephen), había compartido el single en sus redes, y también así fue como pude contactar personalmente con Bobby Gillespie sabiendo ya de antemano que le gustaba mucho el grupo.
En cuanto pude le invité al siguiente concierto que iban a ofrecer Deers en Londres, donde vive habitualmente. A los dos primeros que le invité, en Corsica Studios y Boston Arms, no pudo asistir por tener otros compromisos, pero cada vez que le invitaba hablamos del disco y de cómo "Bamboo" le sonaba a una mezcla de Snatch con Mink De Ville y de cuánto le gustaba ese sonido de "girl group junkyard careless clatter" (sic).



Finalmente, un día antes del concierto de Hinds en Elektrowerkz (justo acababan de cambiar de nombre), Bobby pudo asistir al concierto y me pidió que le pusiera en lista. Vino acompañado nada menos que de Douglas Hart, amigo suyo desde los tiempos de la primera formación de The Jesus and Mary Chain. ¡Nunca un +1 tuvo más sentido para fan convertido en manager/promotor!
Tras charlar un rato con ellos, les llevé al camerino para presentarles al grupo. Nada más abrir la puerta y entrar con ellos me topé con los ojos como platos de Danny, batería de los teloneros Pink Film (ahora tiene un grupo que se llama The Mohits), que me susurró al oído "¡ha venido la realeza!". 
Hinds, Bobby y Douglas estuvieron charlando animadamente unos minutos, hasta que propuse inmortalizar el momento y sacarles una foto. Fue en ese momento cuando, mientras posaban para la foto y Bobby ponía su adusta cara de foto habitual, Carlotta no pudo evitar decir en voz alta (en castellano, por fortuna): "¡Verás cuando se lo cuente a mi padre!".


lunes, agosto 28, 2017

Hace unos años estuve trabajando una temporada con Bigott, ayudándole a abrir camino en varios mercados internacionales.
En Lisboa, como teníamos tiempo antes del concierto, fuimos a tomar algo al Pavilhão Chinês, un delirante homenaje al horror vacui que todo el mundo que haya ido alguna vez a la ciudad conocerá seguro.
Empezamos a jugar una partida de billar. En ese local está todo tan apelmazado que el juego exige una precisión adicional: la de no romper nada, aunque esté la cosa difícil, ni tampoco dar con el palo a ningún cliente que esté tranquilamente sentado tomándose algo.
Preparando un golpe, inclinado como un depredador sobre la mesa de billar, el taco que sostenía Bigott se quedó a dos milímetros de la nuca de una mujer que estaba sentada justo detrás. Quedó tan cerca, y estaba él tan concentrado, que podía perfectamente haberla desnucado de un golpe seco.
Aliviado, pero aún tenso por si se repetía la jugada, desde el otro lado de la mesa le transmití mi inquietud con un gesto. Él miró a la mujer, que seguía hablando con sus compañeros de mesa ajena a toda la situación. Puso de nuevo el palo pegado a su nuca, se inclinó sobre el tapete y, con esa mirada traviesa que tiene, encogió los hombros y dijo: "¡Desnooker!".

domingo, agosto 20, 2017

Creo que fue en 2007 o 2008 cuando subimos a los estudios IZ en Amasa, un caserío idílico en mitad del monte guipuzcoano, para grabar el que a la sazón sería "Monólogo Interior", segundo álbum de Single.
Para variar, yo andaba entre varios trabajos a la vez, y una semana encerrado en un estudio sin dedicarme a mis otros trabajos era algo que no podía permitirme.
El dueño del estudio nos recibió con calidez y con modales muy suaves, indicando en todo momento que su intención era hacer que estuviéramos cómodos y relajados para conseguir la mejor grabación posible, en paz con nuestro entorno y con nosotros mismos.
Todo parecía pensado para ello: el camino hasta el estudio era precioso, por las ventanas solo se veía verdor, no se escuchaba más que el trinar de los pájaros y la casa más cercana estaba a diez minutos a pie. El estudio tenía luces indirectas y suaves, olor a incienso y una sensación de quietud que sin duda era buscada por su propietario, muy preocupado por transmitirnos esa serena espiritualidad.
Sin embargo, yo no conseguía dejarme llevar por la tranquila suavidad que nos envolvía y seguía preocupado por lo que se me venía encima. Una semana desconectado era mucho más de lo que podía permitirme en ese momento. Había comprobado que mi teléfono no tenía conexión dentro de la casa (ni siquiera en algunos puntos fuera de ella) y creo que ya me habían dicho que en el estudio no había conexión wifi.
Estaba montando la batería cuando se acercó a ayudarme el dueño del estudio. Mientras colocaba un pie de plato, le pregunté: "¿crees que hay alguna manera de conseguir conexión durante estos días?". Él se detuvo, me miró fijamente con algo que sería entre condescendencia y ternura, y me respondió con mucha calma: "hombre, este sitio tiene mucha magia...".

Dionisio de Siracusa condenó a trabajos forzados en las minas al poeta Filoxeno, que había criticado sus versos. 
Luego se arrepintió, mandó llamarle y ofreció en su honor un gran banquete, al final del cual leyó otros versos e invitó a Filoxeno a juzgarlos. 
Filoxeno se levantó y, haciendo un gesto a la guardia, dijo: "Llevadme a la mina".

(Extracto de "Historia de los griegos", de Indro Montanelli).