domingo, agosto 20, 2017

Creo que fue en 2007 o 2008 cuando subimos a los estudios IZ en Amasa, un caserío idílico en mitad del monte guipuzcoano, para grabar el que a la sazón sería "Monólogo Interior", segundo álbum de Single.
Para variar, yo andaba entre varios trabajos a la vez, y una semana encerrado en un estudio sin dedicarme a mis otros trabajos era algo que no podía permitirme.
El dueño del estudio nos recibió con calidez y con modales muy suaves, indicando en todo momento que su intención era hacer que estuviéramos cómodos y relajados para conseguir la mejor grabación posible, en paz con nuestro entorno y con nosotros mismos.
Todo parecía pensado para ello: el camino hasta el estudio era precioso, por las ventanas solo se veía verdor, no se escuchaba más que el trinar de los pájaros y la casa más cercana estaba a diez minutos a pie. El estudio tenía luces indirectas y suaves, olor a incienso y una sensación de quietud que sin duda era buscada por su propietario, muy preocupado por transmitirnos esa serena espiritualidad.
Sin embargo, yo no conseguía dejarme llevar por la tranquila suavidad que nos envolvía y seguía preocupado por lo que se me venía encima. Una semana desconectado era mucho más de lo que podía permitirme en ese momento. Había comprobado que mi teléfono no tenía conexión dentro de la casa (ni siquiera en algunos puntos fuera de ella) y creo que ya me habían dicho que en el estudio no había conexión wifi.
Estaba montando la batería cuando se acercó a ayudarme el dueño del estudio. Mientras colocaba un pie de plato, le pregunté: "¿crees que hay alguna manera de conseguir conexión durante estos días?". Él se detuvo, me miró fijamente con algo que sería entre condescendencia y ternura, y me respondió con mucha calma: "hombre, este sitio tiene mucha magia...".