lunes, noviembre 27, 2006

Tras pasar una mañana estupenda de la que hay abundante constancia fotográfica (un ejemplo en el blog de Petit) y una sobremesa no menos deliciosa con dos grandes amigos a quienes veo menos de lo que me gustaría, Sexy Sadie tocaban debajo de mi ventana. Literalmente, en el patio de mi casa, que es particular (de una amiga y casera ejemplar). Un concierto privado para un centenar de amigos y dos policías que no se quisieron perder el acontecimiento, avisados por un vecino solícito. Hace poco asistí a un concierto de Cohete en el saloncito de un segundo piso en el centro de Madrid, rodeados de papel pintado y cuadros de batallas navales, en el que acabamos tocando también Jonston y yo y donde asistimos a una breve pero magnífica reunión de los cada vez más míticos Detergente. En este caso, el entorno era igualmente sorprendente: en un lado del patio con un árbol en el centro, sobre unas alfombras e iluminados por las luces que había colocado Adela con un gusto exquisito.
Como creo que todo el mundo sabe ya, Sexy Sadie se separan. El 13 de diciembre dirán adiós a sus catorce años de rock con un concierto en la sala Joy Eslava de Madrid, al que asistirán algunos de los amigos que jalearon cada canción del repertorio del otro día: un repertorio emocionante y rejuvenecedor, sobre todo en los primeros compases del concierto. La idea era repasar la trayectoria del grupo disco a disco, interpretada por los miembros originales que compusieron o grabaron cada canción. Cuando empezaron a sonar las canciones del Draining Your Brain o las del Onion Soup, en las primeras filas estábamos los mismos que íbamos a los conciertos de Sexy Sadie en el 3:23 o en el Malafama de Can Picafort. Ver a Miqui y a Jaime cantando a dos voces Attitude, escuchar de nuevo Fly o Mr. Hat, era como quitarte diez años de encima en un suspiro. Con una salvedad, como bien apuntaba Michael Mesquida: estaban tocando esas canciones, compuestas a los diecinueve años escasos, con la sabiduría y la técnica de treintañeros curtidos en cientos de conciertos. Paso a paso fueron saliendo a tocar todos los miembros del grupo: Tonet, José Luis, Miquel Pinti, Carlos Pilán, Jaume Gost y Michael Mesquida. Lalo bailaba y gritaba en la primera fila, Tuyi lo grababa todo, y los demás nos dábamos cuenta de cómo la historia de Sexy Sadie ha ido en paralelo a nuestras historias personales, de cómo podemos relacionar nuestras vidas con alguna canción u otra de su repertorio. Al fin y al cabo, eso es lo que esperas de los amigos de la adolescencia: que te acompañen durante toda la vida.

lunes, noviembre 20, 2006

Abundando en lo que decía el jueves sobre la invasión intolerable de eso que llaman música, fuera de contexto, desprovista de valor y cubriendo con una fina capa sonora todos los aspectos de la vida diaria, y después de transitar estos días por estaciones de metro en Madrid y Barcelona, caigo una vez más en recordar cómo odio el Canal Metro Madrid (y su equivalente catalán, claro). Una sucesión sin aparente sentido de imágenes, anuncios, noticias, vídeos... recitados por una voz de becaria anodina a un volumen brutal -al menos en las estaciones del metro madrileño-, que no hace más que molestar y entrometerse en la intimidad de los viajeros que no queremos escuchar las noticias que nos quieren contar ni comprar los productos que nos quieren vender.
No sólo molesta e interrumpe el recogimiento del viajero o despista de la concentración en la lectura: también he comprobado su peligro y su desatino cuando estorba la correcta recepción de mensajes verdaderamente importantes que se dan por megafonía en casos excepcionales.
Lo peor es cuando te paras a esperar el metro justo debajo de uno de los bafles que escupen las insulsas tonterías y las noticias triviales con las que se supone que nos quieren entretener (¿no querrán más bien que no pensemos en otras cosas?). Entonces es cuando me pregunto qué pasaría si me bajase al metro con el loro a cuestas y expusiese a todo el mundo a la escucha obligatoria de, por ejemplo, el disco del grupo de Glasgow De Rosa, que pasó desapercibido a pesar de gustarme mucho y recordarme a los buenos viejos tiempos de Anastasia Screamed. El caso sería el mismo, ¿no?

jueves, noviembre 16, 2006

Esto sale mañana en El Mundo/El Día de Baleares, pero como voy a estar de viaje (¡barceloneses, viernes por la noche en la 2, fiesta primerospasitos con The Magnetic Band y The Redsuns!) pues lo subo ahora, que tampoco se van a vender menos periódicos por eso.

El Día sin Música

El titular del artículo de hoy no tiene nada que ver con que algunas semanas esta sección desaparezca sin previo aviso. Más bien se refiere a una curiosa celebración silenciosa que se va a llevar a cabo esta próxima semana. El miércoles es el día de Santa Cecilia, patrona de la música, y abundarán las actividades donde a todo el mundo se le llena la boca con lo importante que es la música, y tal y cual. Pero de la mano de Bill Drummond (todo un personaje con una biografía repleta de anécdotas y momentos brillantes, de los cuales el más conocido es sin duda su asalto a las listas de éxitos con el grupo The KLF), se propone también que el 21 de noviembre, es decir este martes, sea cada año el día de la No Música (No Music Day, en su acepción original anglosajona).
Esto, que puede parecer una boutade, al final no lo es tanto: para quienes amamos la música de verdad, resulta insufrible la invasión sonora en todos los campos de la vida diaria. Y no siempre porque la música que suena en todas partes sea una basura intragable -que también-: cada música tiene su momento, y a veces mancillar el silencio (El Gran Silencio, como lo llama el recién estrenado documental de los cartujos) puede ser cruel, aunque sea con la más bella de las melodías. La música en nuestros días se ha convertido en un elemento más de la decoración: suena de fondo en oficinas, centros comerciales, tiendas, supermercados. No hemos llegado a los extremos de los inodoros japoneses, que empiezan a sonar pudorosos cuando el usuario cubre el hueco, pero poco nos falta. Esta música de fondo decorativo es, además, como un murmullo irritante: si no la van a quitar, ¡por lo menos suban el volumen, que no se oye bien!
Una de las primeras instituciones en sumarse a la iniciativa de Drummond fue Resonance FM, la radio artística y cultural impulsada por el London Musicians Collective. Durante todo el martes, en Resonance FM no sonará música: a cambio se podrán escuchar diálogos, poesía, debates e incluso silencio (hasta donde lo permita la fidelidad acústica del receptor). Toda una declaración de intenciones por parte de una emisora que apuesta por el arte radical, sin miedo a adentrarse en lo desconocido. Por mi parte, más humilde, me limitaré a no escuchar ningún disco en todo el día, que mi trabajo me va a costar.

lunes, noviembre 13, 2006

Ésta es muy buena: hace un par de años me pidieron música para unos anuncios de la nueva etapa de RTVE, y entre otras cosas aporté el segundo volumen del recopilatorio "Café Bizarre", que editamos en primerospasitos. Me dijeron que probablemente usarían el tema de Watch TV que aparece en el disco, pero nunca más se supo... hasta que vi por la tele un anuncio promocionando la nueva etapa de RTVE, y la música -por supuesto- era la de Watch TV que aparecía en nuestro recopilatorio.
Llamé al director del anuncio y a la productora, y después de montones de llamadas cruzadas me dijeron que en TVE les habían dicho que ellos se hacían cargo del tema. Finalmente conseguí el teléfono de un subdirector del Ente, que me recibió a la defensiva con un clarísimo tú haz lo que quieras, pero te adelanto que nosotros tenemos unos servicios jurídicos de la casa que están esperando que les demos trabajo. Y no exagero un pelo. Es más, también dijo que entrar en litigios con RTVE significaría que mis grupos y mis discos no volverían a sonar nunca ni a aparecer en la tele...
En fin. Cuando le expliqué al señor éste que mi intención no era denunciar a nadie, sino aclarar el tema, me explicó que RTVE tiene un acuerdo con la SGAE (¡hombre, otra vez ellos!), según el cual RTVE paga una millonada anual a la sociedad de autores a cambio del uso indiscriminado del repertorio que gestiona SGAE. O sea, que pueden usar esa música porque pagan a SGAE un dineral para que se lo permita. Obviamente, luego ellos no son responsables de si SGAE reparte con justicia o usa ese curioso sistema proporcional tan socorrido para quienes acaparan mayor número de votos. Al final, agotado y harto tras un mes de gestiones, opté por renunciar al posible pellizco y dejar el caso en manos del artista y de su discográfica. Por lo que sé, el supuesto dinero sigue flotando en el limbo autoral. A mí ya me da igual, pero no me negaréis que es una bonita historia.

viernes, noviembre 10, 2006

Cesc Gay me cae bien. Me gusta su cine, y además demostró buen gusto cuando escogió (personalmente y sin presiones empresariales o amistosas) varias canciones de Satellites para que sonasen en su segundo largo, "Kràmpack".
Hoy cito una declaración suya a Juan Sardà, en plena promoción de su nueva película. Sardà le pregunta por el título: ¿"Ficció" o "Ficción"? A lo que Gay responde: Esto de la España plural es un cuento chino. Originalmente, la película está hablada en catalán y castellano, indistintamente. Pero los exhibidores nos han obligado a que se estrene en castellano en la mayoría de cines. Dicen que la gente pasa de subtítulos. Esta es la censura que existe actualmente: el mercado y las suspicacias políticas impiden que el cine refleje la realidad. Por no hablar de esa manía de paletos que es negarse a ver películas subtituladas. Lamentable.

miércoles, noviembre 01, 2006


Seguimos con la grabación del disco de Jonston, que va a ser una bomba de bueno. Hoy he grabado mi ración de instrumentos más o menos inverosímiles (mini-moog, shakers, glockenspiel y melódica, pero también ¡cacerola y escoba!), y cada vez vemos más cerca el momento de tenerlo mezcladito y listo para el disfrute auditivo, bien solitario o en compañía.
Como hemos ensayado mucho para que nos salga un buen disco, pensamos que lo mejor era aprovechar la situación y tocar en directo nada más acabar la grabación. Es lo que haremos el miércoles que viene en el Wurlitzer Ballroom (antes sala Staf): ¡madrileños, no falten, que el jueves es fiesta!