viernes, marzo 27, 2009

Esto salió en el número de Marzo de la revista Rockdelux (la misma que en el número de Abril dedica su portada a la grandísima serie "Perdidos"). Léanlo, por favor, que esto se vota dentro de nada y todo indica que nos la van a meter doblada, una vez más. Y dicho esto, pego el texto y me dispongo a ver el capítulo de anteayer, que está la cosa más que emocionante en la isla.

Extensión del copyright: otra mentira de la industria discográfica

Richard Spencer (el nombre es inventado) tiene 73 años y sufre una enfermedad degenerativa que le impide seguir tocando el piano y la guitarra. En su juventud trabajó como músico de sesión y, en 1959 y 1960, participó en algunos discos que llegaron a ser éxitos comerciales. Luego se ganó la vida tocando en orquestas de pueblo, bodas, hoteles y en todos esos lugares donde acaban tocando los músicos que se quedan a un lado en el camino hacia la fama. Ahora, en el ocaso de una vida dedicada a la música, físicamente impedido para seguir tocando, logra sobrevivir gracias a los royalties que recibe de aquellos éxitos musicales en los que participó hace medio siglo.
Historias como la de Richard son las que esgrimen los lobbies de la industria discográfica para presionar a la Unión Europea, que estos días discute la posible ampliación del copyright sobre las grabaciones para proteger a intérpretes y músicos de sesión en los últimos años de su vida. Hasta ahora, el derecho patrimonial sobre los registros sonoros dura 50 años desde la fecha de la grabación. Luego ésta pasa al dominio público, igual que pertenecen al dominio público las obras de Cervantes o Beethoven. Si la nueva propuesta de directiva sale adelante, ese plazo se extendería hasta los 95 años.
Hasta aquí –obviando que muy poca gente vive más de 110 años- podría ser comprensible la preocupación social de discográficas y europarlamentarios. Nadie quiere que el señor Spencer viva como un pordiosero los años que le queden, que ojalá sean muchos. El problema es que la reivindicación de la industria discográfica, aparentemente justa y llena de bondad, está basada en una mentira. ¿Recuerdas aquello de que el CD era más caro de fabricar que el vinilo? Pues he aquí un nuevo embuste de campeonato, que se discute actualmente en la UE y cuya decisión final conoceremos probablemente en abril.
En realidad, si los músicos e intérpretes están desprotegidos cuando llegan a la vejez –aparte de su desinterés innato por los temas prosaicos de la vida: hablo de cosas como cotizar a la Seguridad Social- es porque las discográficas se han pasado décadas explotándoles de manera inmisericorde: el estándar de la industria es dar al intérprete un 8% de los beneficios de la venta de un disco. Pero no del precio de venta al público, ojo, sino del precio de venta al distribuidor. Es decir, que cada vez que compras un disco el músico se lleva como mucho cincuenta o sesenta céntimos. Pero eso no es ninguna novedad, se sabe de toda la vida. Ahora la mentira es otra: según datos aportados por los más prestigiosos centros de estudio de la propiedad intelectual en Europa, si se impone la extensión del copyright sobre las grabaciones a 95 años, la mayoría (el 80%) de los músicos e intérpretes recibiría entre 0.50 y 26 euros al año. Una pensión que te cagas para que el señor Spencer disfrute de su retiro.
En la industria de la música hay dos tipos de copyright: el que poseen los autores (y sus editores) sobre la composición, que dura hasta 70 años después de la muerte del autor; y el que poseen las discográficas (y los músicos) sobre la grabación –lo que se llama en España “derechos conexos”-, que dura 50 años desde la fecha de la grabación. Las técnicas de grabación y los aparatos de reproducción doméstica -el tocadiscos, vaya- son relativamente recientes, tanto que hasta ahora ese plazo no había empezado a preocupar seriamente a la industria. Pero el tiempo, ay, pasa inexorable y la sombra de la gratuidad se cierne sobre la joya que corona la cima de la música grabada: ¡los Beatles!
EMI, propietaria de esos derechos, tiene muchísimo que perder. En cuanto a los músicos, la clave está en la diferencia entre Paul y Ringo: uno componía y seguirá cobrando por ese concepto durante toda su vida (y luego sus herederos, hasta 70 años después de su muerte), mientras que el otro empezará a dejar de recibir royalties dentro de tres años, y el grifo se le secará definitivamente en 2020. Pero por cada Ringo Starr que se queda sin ingresos considerables (siempre le queda apuntarse a La Isla de los Famosos) hay miles de Richard Spencer que no van a experimentar ningún cambio reseñable en sus cuentas corrientes.
Otros sí pueden experimentar esos cambios: empezando por los músicos más jóvenes, que verán cómo descienden sus ingresos futuros al haber mucha más gente a repartir. Pero, también, y sobre todo, quien lo notaría es el público. Bloquear el acceso de las grabaciones al dominio público es bloquear el acceso legal, igualitario, libre y gratuito de la gente a la cultura. Un ejemplo: la radio online Pandora anunciaba hace poco que está a punto de cerrar porque el pago de derechos se lleva el 70% de sus ingresos. A medida que el repertorio de la música grabada vaya pasando al dominio público, esa situación y la de muchos otros medios online podría cambiar. Y eso que ganamos todos sus oyentes potenciales. Por otra parte, la mayoría de las grabaciones que van a ir pasando al dominio público están descatalogadas, porque mantenerlas en el mercado no es rentable para sus propietarios (básicamente, las cuatro grandes corporaciones multinacionales: Sony, Universal, EMI y Warner). Pero muchos sellos especializados son capaces de mantener un catálogo interesante y ganar dinero con unas ventas por las que una multinacional te monta un ERE en dos minutos.
Volvamos a nuestro amigo, el anciano señor Spencer. Si realmente queremos ayudar a los artistas no compositores y a los músicos de sesión, ¿no sería mejor revisar los contratos discográficos y hacerlos más favorables a la parte débil (es decir, a los músicos)? El objeto del copyright sobre las grabaciones es proteger la inversión de la discográfica y asegurar los ingresos para que pueda seguir invirtiendo en nuevos artistas. ¿Hacen falta 95 años para recuperar esa inversión? Teniendo en cuenta que la propiedad industrial en general, incluidas las patentes farmacéuticas, pasa al dominio público a los 20 años, ¿no es más que suficiente con 50 años para las grabaciones? Si lo que nos preocupa es la salud y el retiro feliz de Richard Spencer, ¿no se puede establecer que, a partir de esos 50 años, el copyright de las grabaciones pase a ser propiedad de los músicos y los intérpretes, hasta el día de su muerte? A partir de ese día, entrarían en el dominio público y podríamos beneficiarnos todos. Estoy seguro de que el señor Spencer estaría de acuerdo.

3 Comments:

At 15:11, Blogger la señorita rottenmeier said...

¿Donde hay que firmar?

 
At 17:53, Blogger joan said...

pues no está mal enviar un mensaje a los eurodiputados españoles para que sepan qué están votando (yo ya lo he hecho).
y, en todo caso, en junio hay elecciones europeas. son mucho más importantes de lo que parecen.

 
At 00:03, Anonymous L'Enfant Terrible said...

Buen artículo Joan!
Lo he leído hoy en la RDL
Hay una gran necesidad de aclarar muchos términos de ciertas situaciones que desconoce el público general(yo incluido).
Habrá que movilizar a la gente interesada.
Por ello, artículos como el tuyo son necesarios!

Abrazote

 

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