jueves, noviembre 25, 2004

Me he pasado toda la semana corriendo de un lado a otro. Es una semana fructífera, pero estresante. La verdad, no pensaba actualizar por el momento. Me quedan más días de correr arriba y abajo, coger aviones y dormir poco. Pero Mamen me ha mandado un link que no me puedo resistir a colgar aquí. ¡Menuda sorpresa! ¡Una página que se llama igual que la mía! ¡Incluso en el subtítulo!
Pínchala. Aún no he tenido tiempo de mirarla mucho, parece que hace una par de años que pasó a mejor vida. Procuraré ser un digno sucesor.

lunes, noviembre 15, 2004

La Mode es una de esas salas/clubs con personalidad donde se ama la música por encima de todo. Este fin de semana he estado pinchando en Córdoba, y siguiendo mi ruta gastronómica por las españas, he comido salmorejo, flamenquín y esa mítica ensalada de naranja, cebolla y bacalao que preparan en la Taberna Salinas. Antes de la sesión estuve en el estudio de Eureka, el sello dirigido por Fernando Vacas, asistiendo a la edición del single navideño de Prin' La Lá, el grupo de niñas psicodélicas, entre Vainica Doble, The Langley Schools Music Project y unas Pink Floyd de parvulario, que se convirtió con una sola canción -la que aparece en el excelente recopilatorio de presentación del sello- en uno de mis grupos españoles favoritos de los últimos tiempos. Las canciones del nuevo single (un rayante tema propio, una versión de Cecilia y dos villancicos) no hacen más que confirmar esa primera impresión, y establecen a Fernando como un productor iluminado con mucha más enjundia de la que se le ha permitido demostrar hasta el momento. Eso a la espera de ver finalizado su trabajo en el debut póstumo de Miguel Bocamuerta, otro de los grandes descubrimientos de Eureka, el secreto mejor (y más injustamente) guardado de la industria discográfica española.

miércoles, noviembre 10, 2004

Cuando James Joyce publicó su primera novela, recibió una excelente crítica de H.G. Wells. Tras la publicación de Ulises, Joyce recurrió a Wells para pedirle, supuestamente, ayuda económica y así poder seguir escribiendo. La respuesta de Wells me parece una perfecta explicación de por qué no debemos perder el tiempo con las obras de arte que, aun ensalzadas por todo el mundo a nuestro alrededor, no acaban de convencernos o directamente no nos gustan. Podía haber contado la fábula del nuevo traje del emperador, pero no es exactamente el caso, y además esto es como más oscuro y puede que interese a alguien. A mí me encantó leerlo.
(La traducción es de María Román).

Mi querido Joyce,
He estado estudiando su obra y pensando en usted durante mucho tiempo. El resultado es que creo que no puedo hacer nada para dar a conocer su trabajo. [...]
Y ahora por lo que concierne a ese experimento literario suyo. Es algo considerable y en su abigarrada composición muestra un poderoso genio para la expresión, un talento que, sin embargo, ha escapado a la disciplina. Pero no creo que lleve a ninguna parte. [...] Sus dos últimos libros han sido más divertidos de escribir de lo que nunca serán de leer. Yo, por ejemplo, soy un típico lector común, ¿me gusta mucho su obra? (¿Derivo placer de la misma?). No. [...] Y me pregunto consecuentemente ¿quién coño es este Joyce para exigirme tantas horas de vigilia de las pocas que me quedan por vivir para poder lograr una apreciación cabal de sus ingeniosidades, fantasías y peculiaridades narrativas?
Esto es todo lo que tengo que decir al respecto. Quizás sea usted quien tenga razón y no yo. Su trabajo es un experimento extraordinario y haría lo que fuera por evitar que fuera interrumpido o restringido. Tiene sus partidarios y sus seguidores. Que ellos se gocen con él. Para mí es un punto muerto.
Mis mejores y más cálidos deseos para usted Joyce. Yo ya no puedo seguir su bandera como usted no puede seguir la mía, pero el mundo es ancho y hay sitio suficiente para que los dos nos equivoquemos en él.
Suyo,
H.G. Wells

lunes, noviembre 08, 2004

En el Tanned Tin, Llorente y Vinuesa dijeron que me leen, que actualice. No deja de sorprenderme que haya gente que entre aquí por su propia voluntad. Por lo menos ambos son amigos (míos), así que harán buen uso de lo que lean, seguro.
Ya que estoy, contaré un par de cosas sobre el Tanned Tin. Como que estoy muy orgulloso del fantástico concierto de Shannon Wright (porque la llevé yo, que soy el que chano de la Shannon), o que The American Analog Set llevaban un vibráfono que tiene muchos números para ser el mismo que toqué yo para el anuncio de IKEA. De Call&Play, vamos.
Ahorraré los comentarios sobre los mejores conciertos (además de los mencionados, Thalia Zedek y Xiu Xiu dejaron huella) y pasaré a la información útil, las excursiones gastronómicas con Borja Bas y Víctor Lenore: el sábado, tras un paseo de resaca por la playa, dejé que mi subconsciente me llevase hasta la puerta del restaurante San Lorenzo (en la calle Bonifaz, cerca de la Filmoteca de Santander). El menú ha subido un euro desde que lo descubrimos hace dos años, y la música era bastante infumable, pero parece que no han cambiado de cocinero. Muy recomendado.
Pero el descubrimiento absoluto, tras largos minutos de búsqueda bajo la fina lluvia cantábrica, fue el restaurante La Chulilla, en la avenida Sotileza. Un bar de barrio obrero, pescador e industrial, a espaldas de la avenida de las marisquerías y al final de una calle desierta como de polígono en decadencia, pero con una cocina fabulosa, para chuparse los dedos.
De camino hacia allá buscaba una justificación para escribir aquí y luego no publicitar la existencia de esta página (algo que no fuera el manido lo hago porque me gusta, y si luego le gusta a alguien más, pues mejor, que eso está ya muy visto). En otro post ya explicaba un poco las motivaciones -escribo porque me gusta leer(me)-, y en ese camino hacia La Chulilla expliqué que escribo para mis amigos, sobre todo para los que están lejos y se alegran de saber de mí (dicen que es como hablar conmigo, ellos sabrán). Añado una nueva utilidad: cuando vuelva a Santander podré buscar el San Lorenzo y La Chulilla, con direcciones incluidas, sin tener que recurrir a mi subconsciente maltratado por el alcohol y la marihuana.