jueves, abril 29, 2004

Hoy he comido con Jose, amigo y ángel de la guarda en lo que a diseño e informática se refiere (no sé qué haría yo, o mi raquítica empresa, sin él). A los dos nos gusta muchísimo la música negra, y salir a tomar cafés a las terrazas en primavera. Como le mola hacer pruebas con nuevos programas y suele usarme de conejillo de indias, porque no tengo ni idea de maquinitas y me fío de él, vamos a pasar este blog al formato Movable Type, y lo va a alojar en su servidor.
Para usted, querida lectora, eso se traducirá en un diseño más bonito (en un diseño, vamos) y en la posibilidad de enviar comentarios. Alejo estará contento, y podrá comentar qué le pareció la maqueta de Solution que le pasé hace un par de semanas. Además, será más sencillo recordar la dirección del blog, que en cuanto esté listo pasará a llamarse bailarsobrearquitectura.com. Por lo que a mí respecta, quitaremos el burro de delante y le daremos algo de dignidad a la cosa, que esto empezó como un ejercicio de periodismo digital pero va solo hacia algún otro sitio que aún no sé cuál es.
Mientras tanto, recuerdo a amigos y conocidos que mañana viene Mamen a pasar el fin de semana (¡bien!), que hay fiesta primerospasitos en La Penya Artística de Sa Pobla (donde regalaremos discos y camisetas del sello), y que al FIB van Kraftwerk, Pet Shop Boys y Brian Wilson.
Más temas que pueden ser de interés: el concierto de La Buena Vida fue nuevamente un éxito (estamos en racha, o quizá es que hemos aprendido a afinar el tiro). La semana que viene viajo con Howe Gelb a Gijón y Bilbao, y después a Madrid con Vacabou. El próximo concierto que organizamos en Palma es el de Dominique A, el 7 de Junio.
A ver si para entonces tengo ya listo el nuevo blog y puedo colgar el cartel que nos ha hecho Jose (¡sí, con el nuevo programa también podré subir fotos!).

viernes, abril 23, 2004

¡CHISPAS!

¡Ya han publicado mi primer texto largo en inglés! Aquí.
El mayor hallazgo del texto es un sampling (o una intertextualización, que hoy es Sant Jordi) de Everett True, ese hombre.

martes, abril 13, 2004

He pasado esta Semana Santa en Madrid, durmiendo mucho y viajando en trenes con soldados armados con metralletas.
Uno de estos días cenamos con Aldo y Elena en La Catrina, un mexicano con una selección musical excelente, y después de cenar nos encontramos con Pablo Padilla. Pablo está dando retoques a su proyecto de fin de carrera, una idea ambiciosa que combina arquitectura y acústica hasta un punto que a mí me marea y me hace desconectar un poco de tanta física aplicada. Pero de entre sus comentarios de la otra noche me quedé con uno: cómo los materiales utilizados en la construcción de un edificio influyen en nuestra percepción sonora del mismo. El efecto más claro, cómo un invidente 'visualiza' el tamaño, la altura y la profundidad de una habitación dependiendo del eco y la resonancia de su voz, sus pasos, el ruido de la gente, el murmullo del aire acondicionado.
Leyendo "Words And Music", el último libro de Paul Morley (un delirio filosófico-novelado de este ex Art Of Noise, donde tanto le da hablar de Kylie Minogue, protagonista absoluta del libro, como de su amigo Brian Eno), me ha venido varias veces a la mente esa idea de Pablo.
Volveré a hablar aquí del libro de Morley, seguramente. Por el momento, me limito a traducir (con prisas: pido perdón por las posibles incorrecciones) un pasaje especialmente interesante:

"Eric Satie fue el primer compositor que escribió música explícitamente como algo pensado para permanecer en un segundo plano, como un acompañamiento a otra actividad. En 1920 compuso una pieza para cuarteto de cuerda y viento que debía ser interpretada en el intermedio de un concierto en una galería de arte de París. No estaba necesariamente compuesta para ser escuchada. No estaba ahí para ser memorable. Simplemente debía estar ahí, en un segundo plano de la actividad y la tertulia generales. La música era simplemente una serie de patrones sencillos repetidos hasta la saciedad. Frases cortas - algunas de sólo cuatro compases - que debían ser repetidas durante un número de veces sin especificar, actuando como artículos de decoración sónica. Satie compuso varias piezas en este estilo y les dio títulos como 'For An Assembly Hall', 'For A Lobby', 'For A Shop Window'. Llegó un poco demasiado pronto como para componer 'For An Airport'. Y no llamó a su música 'ambient' - para Satie era Musique d'Ameublement. Música de Mobiliario.
(...)
Satie escribió un manifiesto sobre la Música de Mobiliario: la Música de Mobiliario crea una vibración, no tiene otro objetivo, ocupa el mismo papel que la luz y el calor - que cualquier forma de confort.
(...)
Para cumplir con su función, la Música de Mobiliario no debía atraer una atención indebida sobre sí misma, y no debía ofrecer ningún apoyo a aquellos que pudieran intentar escucharla de hecho. Las piezas eran objetos musicales para usar, no trabajos dedicados a su interpretación. No se puede decir que funcionase. En la primera función, tan pronto como empezó la música todo el mundo paró de hablar y regresó a sus asientos, asumiendo que debían prestar atención. Satie se vio obligado a implorar a la audiencia que volvieran a lo que estaban haciendo, que siguieran hablando.
'¡No escuchen!', gritó. Con el tiempo, al otro lado del siglo, la gente se acostumbraría a no escuchar la música que se oye en los espacios públicos."

domingo, abril 04, 2004

Casi sin darme cuenta han pasado semanas y no he dejado aquí ni una línea sobre mi viaje a Londres con Mamen y con Vacabou. Pero no será porque no haya tenido cosas que hacer: el concierto de Nacho Vegas fue un éxito (ya estamos preparando el de La Buena Vida, para el 24 de abril), acabé los textos de D-P (como muestra el post más abajo), escribí la largamente pospuesta biografía para la web de Damon & Naomi (un parto largo y duro, pero muy satisfactorio, que supongo que subirán en breve), confirmé casi al cien por cien la gira española de Howe Gelb, y además hemos comenzado ya la tercera temporada de representaciones de Estimada Marta, la declamación actuada del libro de Miquel Martí i Pol a cargo de Adela Peraita (sííí, la de Sunflowers) en la que me encargo de la parte musical, y que me ocupa casi todas las mañanas estos días.
Me habría gustado poder decirle a Martí i Pol en persona cuántas satisfacciones nos ha deparado su libro, pero ya no llegaré a tiempo. Por lo menos pude escribirle unas líneas a través de una amiga suya que vio el espectáculo en la Casa-Museu Llorenç Villalonga de Binissalem (por cierto, un edificio cuya exposición permanente diseñó mi hermano).
Con Adela estoy también en un nuevo grupo desde hace meses: nos hacemos llamar Sterling, y puedes saber más sobre nosotros aquí (¡la foto de abajo nos la sacaron en el llorado Café Bizarre!). Tocamos en Madrid el 14 de abril, si te puedes pasar.
Contando mi vida, sigo sin hablar de Londres (!). Pero no se quejarán mis lectoras, que estoy trufando el post de links para que no se aburran. Es lo que tiene esto de escribir en domingo, mientras escucho a la banda de cornetas tocando los pasos de Semana Santa.
Bueno, Londres es una ciudad carísima, carísima, una frustración continua. Suerte que nos quedamos en casa de un amigo nativo, que además nos llevó a fiestas almodovarianas (en particular, una fiesta improvisada a las tantas de la madrugada con todo el pijerío de los estudiantes de diseño de moda en Saint Martin's - Dios mío, qué gente). Mi sesión era en el Artbar, el pub del Royal College of Arts, la facultad de Bellas Artes que se encuentra al ladito del Royal Albert Hall. Todo suena muy bien, pero en el fondo es el pub de la facultad, y punto. Estudiantes borrachos con ganas de divertirse, ése es mi público. Sé lo que quieren, y se lo di. Hacía mucho tiempo que no me lo pasaba tan bien pinchando, y que no recibía una respuesta tan buena del público. Me hizo añorar los buenos tiempos de Sonotone.
La marcha posterior, que acabó en la citada fiesta posh, impidió que hiciéramos nada el sábado por la mañana más que dormir. Por la tarde compramos discos y libros, y a la noche fuimos a un club pequeñito en Great Portland Street, donde había una sesión de funk y un grupo alucinante de percusionistas y cantantes que acabó convirtiendo aquello en un aquelarre vudú de Nueva Orleans. El domingo estuvimos en Spitalfields, muy a gusto, despidiéndonos de la ciudad con algo de pena por lo corto de la visita, pero con alivio porque se acababa la estrechez económica. Todavía estoy pagando las consecuencias de haber ido a Londres. Claro, te pagan el billete, y a ver quién es el listo que dice que no...