martes, abril 13, 2004

He pasado esta Semana Santa en Madrid, durmiendo mucho y viajando en trenes con soldados armados con metralletas.
Uno de estos días cenamos con Aldo y Elena en La Catrina, un mexicano con una selección musical excelente, y después de cenar nos encontramos con Pablo Padilla. Pablo está dando retoques a su proyecto de fin de carrera, una idea ambiciosa que combina arquitectura y acústica hasta un punto que a mí me marea y me hace desconectar un poco de tanta física aplicada. Pero de entre sus comentarios de la otra noche me quedé con uno: cómo los materiales utilizados en la construcción de un edificio influyen en nuestra percepción sonora del mismo. El efecto más claro, cómo un invidente 'visualiza' el tamaño, la altura y la profundidad de una habitación dependiendo del eco y la resonancia de su voz, sus pasos, el ruido de la gente, el murmullo del aire acondicionado.
Leyendo "Words And Music", el último libro de Paul Morley (un delirio filosófico-novelado de este ex Art Of Noise, donde tanto le da hablar de Kylie Minogue, protagonista absoluta del libro, como de su amigo Brian Eno), me ha venido varias veces a la mente esa idea de Pablo.
Volveré a hablar aquí del libro de Morley, seguramente. Por el momento, me limito a traducir (con prisas: pido perdón por las posibles incorrecciones) un pasaje especialmente interesante:

"Eric Satie fue el primer compositor que escribió música explícitamente como algo pensado para permanecer en un segundo plano, como un acompañamiento a otra actividad. En 1920 compuso una pieza para cuarteto de cuerda y viento que debía ser interpretada en el intermedio de un concierto en una galería de arte de París. No estaba necesariamente compuesta para ser escuchada. No estaba ahí para ser memorable. Simplemente debía estar ahí, en un segundo plano de la actividad y la tertulia generales. La música era simplemente una serie de patrones sencillos repetidos hasta la saciedad. Frases cortas - algunas de sólo cuatro compases - que debían ser repetidas durante un número de veces sin especificar, actuando como artículos de decoración sónica. Satie compuso varias piezas en este estilo y les dio títulos como 'For An Assembly Hall', 'For A Lobby', 'For A Shop Window'. Llegó un poco demasiado pronto como para componer 'For An Airport'. Y no llamó a su música 'ambient' - para Satie era Musique d'Ameublement. Música de Mobiliario.
(...)
Satie escribió un manifiesto sobre la Música de Mobiliario: la Música de Mobiliario crea una vibración, no tiene otro objetivo, ocupa el mismo papel que la luz y el calor - que cualquier forma de confort.
(...)
Para cumplir con su función, la Música de Mobiliario no debía atraer una atención indebida sobre sí misma, y no debía ofrecer ningún apoyo a aquellos que pudieran intentar escucharla de hecho. Las piezas eran objetos musicales para usar, no trabajos dedicados a su interpretación. No se puede decir que funcionase. En la primera función, tan pronto como empezó la música todo el mundo paró de hablar y regresó a sus asientos, asumiendo que debían prestar atención. Satie se vio obligado a implorar a la audiencia que volvieran a lo que estaban haciendo, que siguieran hablando.
'¡No escuchen!', gritó. Con el tiempo, al otro lado del siglo, la gente se acostumbraría a no escuchar la música que se oye en los espacios públicos."