viernes, enero 28, 2011

IB3 Ràdio, la radio autonómica de Baleares, ha despedido sin previo aviso al director del mejor programa musical (¿el único?) de la cadena. El motivo "oficial" es tan trivial que no vale la pena ni mencionarlo: baste decir que no hay motivo, y de hecho pienso que para lo que sí hay motivo es para una demanda por despido improcedente. Las empresas públicas deberían dar ejemplo y respetar al máximo los derechos laborales, no ampararse en subterfugios legales como obligar a los trabajadores a facturar como autónomos cuando su única relación laboral es con esa misma empresa pública.
En fin, mi artículo de hoy en la edición balear de El Mundo iba sobre eso, y creo que merece algo más de difusión (para los que ya no leéis prensa convencional):


La obsolescencia programada del Radiocassette

Señales de que el mundo se acaba (o al menos se está convirtiendo en un lugar aún más hostil), todas acaecidas en cuestión de pocos días: Marvel decide acabar con la vida de la Antorcha Humana; el diario Público suprime la tira diaria del dibujante Mauro Entrialgo; IB3 Ràdio prescinde de Marcos Jávega y su programa “Radiocassette”. Esas pequeñas alegrías que le hacen a uno la existencia más soportable: un joven eterno que vuela envuelto en llamas; un instante subversivo de humor inteligente cada día; un oasis de buena música en el aburrimiento perezoso de las tardes-noches del fin de semana. Todo se pierde, de un plumazo, como lágrimas en la lluvia.

Seré más prosaico: IB3 Ràdio decide prescindir fulminantemente del programa “Radiocassette” y, de paso, de su locutor, director, productor y hombre para todo, Marcos Jávega. Lo de los muchos cargos no es baladí, puesto que el hombre producía, ideaba y presentaba un programa que duraba seis horas diarias, los sábados y los domingos. Ni el Carrusel Deportivo dura tanto, ni los locutores más contagiosamente falsos de los 40 Principales le metían tantas horas al micro. A saber de quién fue la idea de colocar un programa tan largo en la parrilla, pero Marcos Jávega la aceptó e incluso la convirtió en algo bueno, en un compañero seguro, de los que no fallan, para las largas tardes del fin de semana.

Porque “Radiocassette” no era solamente una extensa prueba de resistencia (para el oyente tanto como para el locutor: por lo menos el primero podía ir y volver durante ese plazo, con la seguridad de que a la vuelta seguiría habiendo buena música en el dial). Durante años ha sido una garantía de calidad con entrevistas excelentes, actuaciones en directo en el estudio, programas especiales que eran titánicos estudios en profundidad sobre un artista o un disco especialmente destacable. Con un ojo puesto en la escena local, diseccionada con criterio pero también con voluntad de ayudarla a crecer, y el otro puesto en lo mejor de la música internacional, de hoy y de siempre. Uno ponía la radio mientras se afeitaba para salir, o conduciendo de vuelta de una torrada, o a punto de ducharse al volver de la playa, y ahí estaba Marcos hablando de Robert Wyatt, repasando a conciencia la discografía de Décima Víctima, entrevistando a Beach Beach. Didáctico, riguroso y entretenido, como la mejor información periodística traducida en acordes y letras de canciones.

Como ex trabajador de la emisora autonómica, conozco más o menos de cerca las maneras que se han venido utilizando a la hora de prescindir del personal o recortar sus derechos. En muchos casos el personal de la radio ha pasado muchos meses sin cobrar, ¡en una empresa pública! Da igual quién lleve las riendas, la actitud es la misma. Ahora Dani Bagur, el nuevo director, ha decidido acabar con el programa de Marcos Jávega y dejarle en la calle de un día para otro, negándole incluso la posibilidad de despedirse de su audiencia.

El primer impulso que tiene un político ante un medio de comunicación es cerrarlo. Lo hemos visto también estos días con la amenaza de cierre de Televisió de Mallorca (otra burrada sin sentido: si quieren ahorrar pueden empezar por sus sueldos, señores diputados). Si no es posible cerrarlo, por lo menos se debe intentar controlarlo y manejarlo. Normalmente, los programas de música escapan a ese control, y gracias a ello los aficionados hemos gozado de años de “Radiocassette”, y seguimos contando con el imprescindible “Bufet Lliure” de Celestí Oliver en Ona Mallorca. En realidad, sólo pedimos eso: que nos dejen en paz con nuestros discos y nuestros cómics. Por lo demás, pueden irse al infierno y arder como la Antorcha Humana. Sólo que ya nunca volverán a ser jóvenes, y nunca van a saber volar.