sábado, julio 22, 2006

Casi veinte años admirando a los Pixies de lejos -y casi diez tratando con artistas de renombre sin dejarme impresionar-, y ayer me meto en su camerino, hablo con ellos, los acompaño a la rueda de prensa, les explico el funcionamiento... y no me atrevo a decirles nada de cómo me cambiaron la vida, de que la primera vez que salí solo de Mallorca fue para ir a verles a Barcelona, de que aprendí a tocar la guitarra destrozando sus canciones. Tampoco es que infundieran un respeto especial o me pusieran nervioso (demasiado tiempo haciendo este trabajo), pero por momentos me sentía como si volviera a tener quince años.
Un simpatiquísimo David Lovering, que ha pasado casi más tiempo ejerciendo de mago que tocando la batería, se dedicó a entretener a la gente haciendo juegos de magia con cartas, elásticos y pequeños objetos que encontraba por ahí y hacía desaparecer con facilidad. Pero lo mejor fue cuando reconoció a su acompañante, con insistencia además, que uno de sus magos preferidos de siempre es Juan Tamarit. Un maestro, dijo.
Los otros hitos del día fueron encontrarme con Shane McGowan bebiendo en el camerino de Babyshambles (antes de salir a interpretar con ellos una gloriosa recreación de "Dirty Old Town", que me hizo pensar en lo bien que les salía a los Satellites), y comentar con Roberto, Pepo y Malela la noticia del día anterior (hoy en todos los periódicos e incluso en las noticias de Cuatro): la megalomanía de Baltasar Garzón, que llega al punto de amenazar con demandar a un grupillo de amigos cargados de ironía por utilizar su nombre para su proyecto musical. Por el momento, parece que para los ex-Garzón la cosa no podía ir mejor: profuso despliegue de publicidad gratuita (como se pongan a vender EP's salen en listas, que ahora basta vender dos ejemplares), menciones continuas a su ingeniosa web, y cambio de nombre por parte del grupo, de acuerdo con los tiempos, a Grande-Marlaska. Pobre Garzón, se ha acabado tu época. Además, Marlaska ya ha declarado que todo esto le hace mucha gracia, y que no piensa tomar ningún tipo de medidas. Si es que hay que tener un poco de sentido del humor.