El mejor ha sido sin duda John Cooper Clarke: divertido, presumido y entrañable, este abuelito punk ha conseguido encandilar a todos los que nos hemos cruzado con él. Todo el mundo quería adoptarle y llevárselo a casa. El domingo acabamos juntos a las cuatro de la mañana, bebiendo margaritas y riéndonos del mundo.
Veenfabriek estuvieron magníficos, Willy Vlautin no me decepcionó, Baricco y Marlango me gustaron mucho más de lo que esperaba (estos últimos son encantadores, por cierto), y Mr. Master vs. Sr. Mansilla fueron toda una sorpresa. Decía Sebas que le recordaban a Mar Otra Vez, y es cierto que por ahí van un poco los tiros, añadiendo algo de Albert Pla y homenajes a la poesía beat.
Ayer, casi sin tiempo de respirar, dejamos al último artista en el aeropuerto, devolvimos la furgoneta de alquiler y marché con Bruno Galindo a entrevistar a Tom Zé. Menudo personaje, qué lucidez. Me habría gustado pasar horas y horas escuchándole hablar. El resultado de la conversación, el viernes en Público.
Éste ha sido también el fin de semana en el que la gente (dicho sea en el sentido latino de la expresión, no el brasileño) ha decidido dejarse llevar por sus instintos y llamarme abiertamente Chikilicuatre. Yo les respondo con una esforzada interpretación del cruzaíto, que me sale bastante bien, y me consuelo con los piropos que me echaron el Cooper Clarke, la Watling y el Drexler (discutiendo la pareja sobre si era más Hunter S. Thompson o el John Lennon del 68).
Hoy me compro un ordenador nuevo, que me lo he ganado.