Acabamos de volver a casa después de bailar a LCD Soundsystem durante muy poco más de una hora. Como tiene que ser. Nunca he entendido a la gente que mide la calidad de un concierto por el tiempo que se pasan aburriendo a la peña desde el escenario.
En cuanto ha acabado el concierto de Hot Chip (simpáticos; no han añadido nada destacable desde la última vez que los vi) y han montado el material, yo ya estaba entregado. Me encanta la forma que tienen de colocar al batería de lado en primera línea de escenario, igual que hace Joantoni con Solution. Claro que ése, aunque se agradece, sólo es un pequeño detalle comparado con la fiesta que montan James Murphy y sus colegas sobre un escenario. Aquí sí tiene sentido ver a la gente bailando y mirando a la vez al escenario, porque la actividad y el ritmo que se despliega desde allí es algo digno de verse. Donde esté un concierto así, ¿quién quiere ver a los Chemical Brothers? Por momentos me ha hecho pensar en cómo debía de ser un concierto de descarga o de boogaloo en el Nueva York de los 60, una fiesta polirrítmica que provoca irremediablemente el baile.
Han comenzado a saco, con Beat Connection, y para cuando ha llegado el pogo salvaje de Movement yo ya había tenido varios subidones totalmente naturales. A tope sin drogas. La gente que fuera de algo tiene que haber salido taquicárdica perdida. El final ha sido, claro, el desfase sin límites de Yeah. No hay manera de superar ese final desbocado, con la 303 echando humo y la intensidad subiendo, subiendo y subiendo sin parar.
Sólo les quedaba la opción de pinchar Libertad Sin Ira y salir con el puño en alto, pero no debían de tener el disco a mano. Igualmente nos hemos ido todos muy contentos.
Voy a preparar la cena escuchando a Dayna Kurtz, que es otro rollo pero tiene un disco precioso.
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