Tuvimos que levantarnos a las seis de la mañana para llegar a Bilbao ocho horas y media después, tras una escala en Bruselas. Así de glamouroso es esto del rock, a veces. Afortunadamente tuvimos tiempo para comer, descansar antes y después de la prueba, y dar un concierto más que digno a pesar del sonido poco amigable del Cine Gran Vía. Presentamos por primera vez en España la nueva canción, y la reacción del público confirmó lo apuntado el sábado: es un hitazo. Había muchos amigos entre el público, claro, pero también mucha gente que vino a comprar discos al acabar y no paraba de hacer comentarios llenos de entusiasmo.
Dicen todos los medios que en España hay una ola de frío, pero comparado con lo que pasamos en Berlín esto nos parecía un paraíso. Tras el concierto y cuando se hubieron ido todos los amigos con los que improvisamos una fiesta en los camerinos salimos todos a dar un paseo y a respirar aire fresco por la ciudad desierta. Cruzamos el puente de Calatrava y acabamos tomando una cerveza en un sitio infecto al otro lado de la ría. Por fin he dormido más de ocho horas seguidas. Aunque esta noche pincho, y mañana también.
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