lunes, agosto 27, 2007

Volviendo al tema de los músicos callejeros, pero fuera del mundo de los sueños: el otro día estaba en una terraza con mi amigo C9 y tuvimos que dejar de hablar mientras tocaba un acordeonista justo a nuestro lado. Pablo dijo: "esto es una agresión. Debería pedir permiso, preguntar si nos molesta antes de ponerse a tocar. Es como si nos tirase encima un vaso de agua: eso sería una agresión al sentido del tacto. Te molesta. Lo que hace este hombre va dirigido al oído, pero es lo mismo".
Puede ser una reflexión un poco a lo bruto, pero la idea está clara y la exposición es impecable (mi olfato me dice que sólo faltarían Les Luthiers para añadir que el soniquete que tocaba el hombre era además una agresión al sentido del gusto).