Nosotros Los Chichos
Rosa Peña y J. A. Valderrama (Ediciones B)
Las últimas palabras del Jero (“el de en medio de Los Chichos”, según el homenaje de Estopa) fueron para su mujer: “Tráeme un chándal”, le dijo, y se tiró por la ventana. Este libro tiene un tonillo pasteloso y condescendiente, más propio de una tertulia de Cine de barrio (o de una entrevista de Andreu Buenafuente) que de las aventuras protagonizadas por el trío que puso música a la vida del Vaquilla, pero sus autores no escatiman tampoco anécdotas como ésta o incluso detalles escabrosos: desde los policías corruptos que se presentan en los camerinos con bolsas enormes de cocaína, hasta el miembro del grupo que compra un piso en la finca de su camello, para ahorrarse así los continuos viajes.
Sea como fuere, lo importante es reconocer la asombrosa vitalidad y la valía del repertorio de un trío de rumberos de Vallecas que abrieron camino a una de las etapas más originales, creativas y divertidas de la música en España. Tras ellos llegaron Las Grecas, Los Chunguitos, Los Chorbos, Los Calis... grupos que, como Los Chichos, hablaban sin rodeos –y con ritmos irresistibles– de la vida en las calles, en los barrios, en la cárcel. Sus letras hablaban de amor y desamor, pero también de meterse caña, de robar un coche o de las familias desestructuradas que veían a su alrededor. Puro costumbrismo caló que, con los excepcionales arreglos del maestro Torregrosa, se teñía de flamenco-soul en éxitos de gasolinera como “Quiero ser libre” o “Ni más ni menos”. Pues eso, ni más ni menos.
(Publicado en el nº20 de la revista LDNM, ya en la calle)
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