Primeras impresiones sobre el primer disco del año
El primer disco de The Strokes fue una agradable sorpresa para todos: un disco de rock revivalista, sí, pero dotado de una frescura que hacía olvidar el hype que rodeó al grupo desde sus inicios. En mi caso, la suspicacia inicial se borró rápidamente después de su visita al primer festival Isladencanta (cuando todos teníamos aún ilusión por ese festival). Alfonso Amblés me trajo los singles de Londres, y sonaban muy bien. El concierto fue la confirmación de que, aunque no fuera un gran grupo, sí era un grupo sólido y con un buen puñado de buenas canciones, que además nos venía que ni pintado como antesala del retorno del rock a la palestra de la actualidad internacional. Sonando como The Jam, los Voivoids o la Velvet, los hijos de los ricos y famosos no cambiaban el mundo, pero hacían pasar más de un buen rato.
El segundo disco prometía un cambio de sonido, y para ello contrataron nada menos que a Nigel Godrich. Pero a mitad de grabación el grupo vio las orejas al lobo de la producción errónea, y decidió volver a colaborar con Gordon Raphael y repetir la jugada de su debut. Quienes le conocíamos nos alegramos por Gordon: a poca gente le toca la lotería dos veces en su vida. Y nos alegramos también por los Strokes: la forma de grabar de Gordon, sin aspavientos ni excesivos efectos y dejando que el grupo suene tal y como Leo Fender lo trajo al mundo, era perfecta para el tipo de canciones a tratar. El paso adelante quedaba para eso, para más adelante.
Hasta que llegamos a First Impressions of Earth. Con semejantes premisas, el tercer disco de los neoyorquinos es ahora la verdadera reválida, y a falta de más escuchas (¿son cuatro escuchas suficientes para unas primeras impresiones?) este tribunal ha decidido suspenderlos. No porque su sonido no sea espectacular, ni porque no haya algunas buenas ideas desperdigadas entre tanto derroche de energía. Más bien porque esas ideas hay que encontrarlas buceando en un océano de mediocridad. Sabíamos que Julian Casablancas era un fan obsesivo de Nirvana, pero sus alaridos inconexos no alcanzan ni de lejos las cotas de emoción que lograba Kurt Cobain (que a su vez estaba a varios campos de fútbol de Black Francis). Sabemos que todos ellos adoraron en su momento a Guns´n´Roses, pero un solo de guitarra tan largo y fuera de lugar -con tapping incluido- como el de Visions of Division es un patinazo en cualquier disco de rock posterior a 1987.
Aunque suenen a Pixies en varios de los momentos inspirados, aunque suenen a Strokes en la canción que abre el disco, ya no hay Television, Blondie, Iggy Pop, Velvet Underground. En fin, quién sabe si con el cuarto disco recuperarán la inspiración, o quizá ya los hemos perdido para siempre.
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