Mi tía-abuela Juana nació allá por 1910. Al poco de nacer, su madre la sacó a pasear al sol por delante de la Lonja (por lo que hoy conocemos como Paseo Sagrera), y mientras paseaba con la niña vio cómo unos obreros iban plantando las palmeras que aún hoy jalonan las aceras del Paseo. Con el tiempo, la tía Juana se convirtió en una mujer enérgica, vital, inquieta, coqueta, sensible, independiente, creativa y modernísima para su tiempo.
Y también, todo hay que decirlo, en una mujer bajita. Su madre, mi bisabuela, le decía siempre: Ses palmeres han crescut més que tu, Joaneta!
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