El Festival de Benicàssim es como un centrifugado continuo que a medida que se acerca a su centro mantiene las vidas de sus trabajadores en un torbellino imparable. Te juegas el trabajo de un numeroso equipo de personas durante todo un año en el suspiro de un par de días.
Nada existe fuera del Festival. Nada tiene sentido hasta que haya pasado el Festival.
Odio este trabajo.
Me encanta este trabajo.
Estoy mareado, tengo hambre, me duelen los ojos y me quedan seis ruedas de prensa por confirmar y más de veinte contratos por negociar. Cada minuto que pasa, mis hombros notan más el peso de la presión y la mala postura mantenida durante horas ante el ordenador.
Eres mi vida y mi muerte, te lo juro, compañero.
No debía de quererte, no debía de quererte, y sin embargo, te quiero.
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