martes, mayo 11, 2004

Se acabó la gira con Howe.
En el coche, de camino a Gijón, puso el nuevo disco de PJ Harvey (que por cierto está muy bien: la chica vuelve a los derroteros del magnífico "Rid Of Me"). Fue pasando temas hasta que llegó a una canción titulada "The Desperate Kingdom Of Love". Pulsó 'pause' y dijo: ésta es una de las diez mejores canciones de la historia. La escuchamos en silencio, mientras el coche volaba entre las verdes colinas de Cantabria.
Por la noche, en Gijón, el concierto duró una hora, como se había acordado con la organización. El público aullaba pidiendo más, y Balsera, el promotor, dijo que podía tocar dos canciones más. Howe salió al escenario, y antes de acabar con una canción suya, colocó el cd de Polly -como la llama él- en el discman, puso "The Desperate Kingdom Of Love" y se sentó en un rincón a escucharla. El público observaba callado, hipnotizado.
Al día siguiente, en Bilbao, el concierto no había hecho más que empezar. Howe, sentado al piano, rebuscaba entre sus cedés buscando el show que se esconde en algún lugar de todo escenario. Cogió el disco de Polly, lo puso en el discman y buscó "The Desperate Kingdom Of Love". Acercó sus manos a las teclas, y empezó a tocar. Cuando Polly empezó a cantar, Howe ya estaba tocando con ella, improvisando fraseos de piano que encajaban perfectamente con el tono, el espíritu y el ambiente de la canción original. Al llegar al estribillo, las voces de ambos se enlazaban como si fueran Nancy Sinatra y Lee Hazelwood, Stuart Staples e Isabella Rossellini, Dominique A y Françoiz Breut, Howe Gelb y Lisa Germano. Howe y Polly estaban tocando juntos, como han hecho tantas veces, sólo que, en esta ocasión, ella no lo sabía. Ni siquiera él lo sabía, minutos antes de hacerlo. Había encontrado el show que se esconde en todo escenario.
Al final del concierto me puse en la entrada a vender cedés. Vendí sesenta y siete discos.