Ayer fuimos a ver Ordet (La Palabra), de Dreyer (recuerda que, como dice Juan Flesca, vivimos en el barrio del cine de autor). Como llegamos con tiempo, nos compramos unas palomitas. Al pasar junto a una pareja que esperaba para entrar a la sala, el chico miró nuestras palomitas con algo que me pareció desdén o desprecio. ¿Dreyer y palomitas? Buf.
Cuando abrieron la puerta de la sala y salieron los espectadores de la sesión anterior, Mamen me dio un codazo. Mario Vargas Llosa salía por la puerta, con un paquete vacío de palomitas en la mano.
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