Hace diez minutos que ha acabado el concierto de Satellites, en la inauguración de la exposición de Rafel Joan en la Sala Pelaires de Palma, y aún me tiemblan las piernas. Ha sido, valga el tópico, corto -cinco o seis canciones- pero muy, muy intenso. Por lo menos para mí.
El entorno no ayudaba: como buena inauguración, lo importante esta noche era el vernissage y el compadreo elitista entre artistas, coleccionistas de arte, amigos de los homenajeados y figurantes en general. En un primer momento he hecho lo propio y he saludado a la gente que aprecio y hace tiempo que no veo: amigos de Satellites, por supuesto, Miquel Angel Llonovoy (hermano de Rafel Joan), Tomeu Gomila (el actor, no su tocayo country&western), Lluís Juncosa, Xavier de Recerca. Pero en poco tiempo ha vuelto a la superficie mi creciente asocialidad, y a punto he estado de marcharme y perderme el concierto. Menos mal que no ha sido así.
Minutos antes de la actuación, comentando la exposición con Joantoni, decía que los cuadros de Rafel me han gustado mucho. Desde mi desconocimiento sobre el tema pictórico, los veo como algo que es moderno, contemporáneo y original, sin dejar de ser, inevitablemente, profundamente mallorquín. Medio en broma, Joantoni ha dicho: "Como nosotros". Medio en broma, le he contestado: "No, vosotros no sonáis mallorquines. Como Camper (me refería más bien a la publicidad de Camper)". ¡Mentira! En unos instantes me han demostrado lo equivocado que estaba.
Las dos primeras canciones del concierto han sido de una belleza y una intensidad fuera de lo común. Ahí ha empezado a ponérseme la piel de gallina, me he quedado sin habla y ya no me he recobrado hasta que he llegado aquí para escupirlo todo mientras aún está fresco. Jordi y Púter flanqueaban la entrada, enormes como gigantes sobre los pedestales de sus amplificadores. Michael y Joantoni ocupaban el lado contrario de la sala, con los pies en el suelo, muy juntos, cubriéndose las espaldas. La imagen era espectacular, y la metáfora, muy apropiada. El conjunto daba un resultado absolutamente por encima de lo que esperaban ellos y a años luz de lo que podía alcanzar a comprender, en ese momento y en ese ambiente, la mayoría de un público que no era tal, que no había ido allí a dejarse emocionar por un grupo de rock en estado de gracia.
A mí casi se me saltan las lágrimas. Aquellas dos primeras canciones han sido para algunos (espero que no sólo para mí) emoción en estado puro. Contenían todo lo que atribuía minutos antes a los cuadros de la exposición: modernidad, originalidad, y algo muy cercano, muy íntimo, que un cursi llamaría mediterraneidad y que yo, aun a riesgo de quedar como un pseudonacionalista rancio de UM, voy a llamar aquí mallorquinidad. Es más, esas canciones de esta noche no olían a mar, sino a interior, a rostoll quemado y a tardes inmóviles fumando bajo un porche foravila, a una madre cantando "no ni nó, una engronsadeta pel meu petitó". Podrían haber sido de Grecia, o de Sicilia, podrían haber sido Jefferson Airplane en un viaje al Mediterráneo profundo y reseco, pero son Satellites, son de Mallorca, y han grabado lo que puede ser su próximo disco en una cueva de piedra de marés, en Felanitx.
En el suelo, precisamente bajo el cuadro que Rafel Joan ha titulado "Satellites" (según Joantoni porque está inspirado en la cueva donde grabaron, la misma donde vivió y pintó Rafel durante una temporada), había uno de esos carteles blancos con letras verdes que ponen EXIT. A medida que avanzaba la actuación, a medida que el grupo iba abandonando -o adaptando- su querencia anglosajona para abrazar sin miedo sus raíces, la palabra ha cambiado de significado, del inglés al mallorquín. Que canten en mallorquín, pero ya.
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