Asistir la semana pasada a los multitudinarios conciertos de las fiestas de Sant Sebastià de Palma me ha tenido pensando hasta ahora en el curioso doble rasero que se autoaplican los ayuntamientos a la hora de regular la seguridad de sus tutelados. Me explico: cualquiera de ustedes habrá entrado alguna vez en un bar y habrá observado una placa que indica, por ejemplo, «Aforo máximo autorizado: 37 personas». Una rápida mirada al interior de ese hipotético local, si está sólo medianamente animado (es decir, ni mucho menos lleno a rebosar), nos demuestra que ahí dentro hay, por lo menos, sesenta personas divirtiéndose sin estrecheces. Es más, cuando ese mismo local está efectivamente lleno a rebosar -cuando hay que abrirse paso desde la barra con las bebidas por encima de nuestras cabezas para evitar codazos no deseados-, probablemente haya metidas en su interior más de cien personas. Obviamente, los locales que prefiere la gente que sale habitualmente son, precisamente, estos últimos.
En los bares y locales de ocio, la ley obliga a mantener un espacio de un metro cuadrado por persona. Cualquiera que haya contrastado los datos de alguna manifestación reciente sabe que en un metro cuadrado caben cinco y hasta seis personas, pero como esos datos son siempre tendenciosos vamos a ser más ecuánimes: digamos que tres personas caben perfectamente cómodas en un metro cuadrado, sobre todo si están en un bar nocturno.
¿A qué viene todo esto? Pues el viernes estuve en el centro de la Plaza Mayor viendo a Fangoria (gran y divertidísima actuación, por cierto). Les puedo asegurar que allí éramos entre ocho y nueve personas por metro cuadrado. Teniendo en cuenta las características de la plaza y el efecto embudo que provocarían sus vías de salida, la seguridad extrema que se trata de imponer en los bares brillaba por su ausencia. Sin embargo desde el Ayuntamiento ese llenazo será considerado un éxito, y con razón. Pero no va a pagar ninguna multa por exceso de aforo.
(Extracto del artículo publicado el 26 de enero en el diario El Mundo-El Día de Baleares).
3 Comments:
Hmmm, comprendo lo que dices, pero yo echo muchas veces de menos mi metro cuadrado de espacio cuando salgo por ahí. Es una de las razones por las que cada vez salgo menos.
no, si yo también te entiendo, a mí tampoco me gustan los agobios... pero si tú y yo estuviéramos hablando a un metro de distancia en un bar con música ni nos oiríamos. aunque, claro, posiblemente el bar tenga limitador o incluso le hayan quitado la licencia de música... ¡todo encaja!
Sí, a mi también me molesta el doble rasero que se gasta muchas veces -es decir, prácticamente siempre- la Administración y los gobernantes, de hecho, ese es precisamente el motor de mi segunda teoría política naïf, la de la publicidad engañosa: si es bueno para las empresas privadas y protege al consumidor, debe ser bueno también para los gobernantes/partidos políticos y proteger al sufrido ciudadano ;-)
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