jueves, abril 14, 2011

"Mis sentimientos van en chándal", dice Melendi, y te entran ganas de pegarle un puñetazo en toda la boca. Mis reflexiones van en círculo, digo yo, obsesionado con la cultura popular y reciclando una y otra vez las dos ideas prestadas que forman la base de mi discurso.
Una de esas ideas recurrentes es, desde hace tiempo, que a la gente en general no le gusta la música. Eso suele enlazar con la crítica a los festivales como eventos sociales y festivos, entretenimiento de masas muy alejado del concepto de cultura (y eso no implica que los festivales me parezcan intrínsecamente malos, sino que no es el lugar para ver un concierto en condiciones).
Otro comentario circular e insistente en este blog es el que expresa la admiración por Ian F. Svenonius, una de las mentes más brillantes y uno de los intérpretes más carismáticos de la cultura popular anglosajona en las últimas décadas. Hace muchos años me pegué el gustazo de perder dinero llevándole a tocar con The Make Up a la sala Sonotone de Palma, y con el tiempo he tenido la inmensa suerte de convertirme en su agente de contratación en la península ibérica y organizarle giras y conciertos como los que protagonizará al frente de Chain & The Gang el mes que viene (¡no te los pierdas, su directo es toda una experiencia!).



¿Vamos atando cabos? El nuevo disco de Chain & The Gang se titula "Music's not for everyone". En el disco, y en las entrevistas promocionales, Svenonius embiste contra la omnipresencia de la música en la vida diaria, contra la música decorativa y el zumbido de fondo (la "musique d'emmeublement" de la que hablaba Satie) y contra esa convención social que parece convertir en obligatorio el placer de escuchar música a todas horas.
Ya llego al final, a la cita que ha provocado la reflexión de hoy. Se trata de una respuesta de Jean Genet a un periodista alemán: "Un día le pregunté a Boulez, que dirigía Daphnis et Chloé: 'No sé en qué medida su oído interioriza cada instrumento' y me dijo... Pierre Boulez me dijo: 'Tan solo controlo un veinticinco o treinta por ciento'; y es uno de los oídos más finos que existen, así que hay que prestar una atención enorme cuando se dirige una orquesta; y cuando se escucha, también. Aunque tengamos el oído menos fino que Boulez, hay que hacer un esfuerzo de concentración tan grande que, al menos personalmente, en un museo solo puedo ver dos o tres cuadros, en un concierto solo puedo escuchar dos o tres piezas, después... estoy muy cansado".
He empezado parafraseando a Melendi, voy a intentar arreglarlo parafraseando a Genet: en un festival solo puedo ver a dos o tres artistas. Otra cosa es el chequeo profesional, tipo voy-a-verme-veinte-grupos-hoy-en-el-SXSW, pero eso es como hojear rápidamente las páginas de un catálogo.
A lo que iba: a la gente no le gusta la música. Por eso los festivales están llenos y las salas, demasiado a menudo, vacías.

martes, abril 05, 2011

La semana pasada, dos de mis lectores más fieles (y además amigos por quienes siento una gran simpatía) reclamaron actualizaciones en este blog. Las urgencias de la vida moderna hacen que todo sea no solamente más rápido, sino más breve: Twitter se ha convertido recientemente en el depositario de mis ocurrencias, comentarios y tonterías varias. Ha ganado de calle a Facebook, sobre todo, porque en Twitter eres tú el que decide a quién quieres seguir. Además hay menos gente y menos spam.
En fin, que lo bueno de tener lectores fieles es que te reclaman, y en honor a ellos llevo días pensando que necesitaba una excusa para escribir algo aquí. Y esta mañana la he encontrado: es el nuevo disco de Paul Simon, que sale a la venta el 12 de abril y puedes escuchar en su integridad en la web de la radio pública americana, NPR.
La web de NPR es un medio magnífico para escuchar algunas novedades a punto de salir a la venta en el mercado americano: ahí he escuchado recientemente lo nuevo de PJ Harvey, de Bright Eyes... Y, sin ir más lejos, ayer mismo escuchaba el nuevo disco de Panda Bear y esta mañana el nuevo de Low, justo antes de pasar al de Paul Simon. Esta última sucesión es la que me ha llevado a actualizar el blog: los discos de Panda Bear y Low han pasado sin pena ni gloria por mi reproductor. El de Panda Bear sólo me hizo pararme una vez a comentar en voz alta "¡creo que se ha rayado el disco!", y del de Low recuerdo poca cosa, más que alguna ceja levantada cuando Alan Sparhawk se deja llevar por la electricidad y se pone burro.
En cambio, en la primera escucha del disco de Paul Simon (voy por la segunda) no he tenido más remedio que dejar cada dos por tres lo que estaba haciendo y pararme a escuchar: ¡esos arpegios de folk acústico sureño suenan a Fred Neil! ¡Esos arreglos de pianos y violines son puro Van Dyke Parks! ¡Esta canción me recuerda al mejor Randy Newman! ¡Y esa otra a Mark Lanegan! No hay rastro de africanismo (sí de gospel), se ve que la moda le da igual: ¿y qué van a hacer ahora Vampire Weekend?
A diferencia de dos discos que deberían hacerme ilusión e interesarme más, y a pesar de algunos trucos de producción (y de composición) que chirrían un poco más de la cuenta, esta mañana lo nuevo de Paul Simon me ha hecho pararme, escuchar, e incluso escribir esto aquí. Así de inmediato estoy últimamente, escribo a medida que lo pienso. Por eso paso más tiempo en Twitter.