lunes, mayo 03, 2010

Estoy en el Nasti, en la prueba de sonido de Holloys. El sábado tocaron de teloneros de Franz Ferdinand en Mallorca, y a pesar de los problemas técnicos que tuvieron se metieron al público en el bolsillo y vendieron más de 1.000 euros en merchandising (que se dice pronto). Ayer tocaron en la fiesta de presentación del festival Faraday en Barcelona, y esta noche es su presentación oficial en Madrid. Estoy seguro de que volverán pronto. Basta ver este video para darse cuenta, ¡pero verlo ahora mismo en directo ya es definitivo!

Este texto salió publicado el sábado pasado en la edición balear del diario El Mundo, junto a la reseña del concierto de Metal Machine Trio (MM3). La reseña no la hice yo porque la noche del concierto estaba tocando con Jonston en Valencia.


En su momento (1975), Metal Machine Music fue considerado ampliamente como una burla, un escándalo y un desplante: uno de los artistas más exitosos del momento plantaba cara a la industria discográfica e incluso a su público con un disco duro como una piedra, un trabajo conceptual sin fisuras (en el sentido más literal de la palabra) que el mismo Lou Reed reconocía no haber escuchado nunca de un tirón. Grabado en 24 horas con un enfoque frío y matemático (cada cara dura exactamente 16’01’’), Reed estaba dando un barniz rock a las enseñanzas de La Monte Young y los experimentos que llevaban años ejerciendo compositores “serios” como Stockhausen o Xenakis. De hecho, la idea inicial de Reed era editar el disco en Red Seal, especializado en música clásica contemporánea. Pero eso no evitó que las críticas fueran feroces y que el disco fuera rechazado unánimemente, no sólo por el público (que esperaba otro Walk On The Wild Side), sino también por la práctica totalidad de la crítica. No es raro encontrar este disco en las listas de los peores álbumes de la historia, junto con otras maravillas encantadoras como el disco de The Shaggs.
Sin embargo, creo que cualquier fan de Lou Reed (y somos muchos) se habrá enfrentado alguna vez a la escucha de Metal Machine Music, aunque sea por curiosidad. Recuerdo la primera vez que lo hice yo, junto con unos amigos, y las risas adolescentes ante algo tan sumamente feo: nos encantó la actitud (¡qué punk!), pero de ahí a escucharlo entero o volver a ponerlo... eso ya no. Pero claro, eso fue antes de exponer nuestros oídos a las brutalidades de Ryoji Ikeda, Merzbow o Alva Noto, antes de aprender a disfrutar de la inmersión en los drones y la sutileza de las ondas sonoras, antes de apreciar la belleza de los decibelios sin necesidad de acordes abiertos o melodías. Es entonces, cuando observas el trabajo de algunos de los artistas más respetados en la escena actual de la música electrónica, experimental o de vanguardia, cuando ves la foto completa. Ahora sí, los árboles ya te dejan ver el bosque, y ahí a lo lejos ves a Lou Reed, que se adelantó varias décadas asumiendo en un contexto rock la línea evolutiva de la creación sonora más radical y abstracta del siglo XX. Como decía él mismo provocadoramente en las notas interiores del disco: “una semana mía es un año vuestro”. Y aquellas 24 horas fueron 25 años.