martes, febrero 28, 2006

En Cuenca, de donde vengo hace escasos minutos, hay una calle llamada Avenida de la Música Española.

jueves, febrero 23, 2006

Le pregunto a Johnny Cifuentes si recuerda dónde estaba la tarde-noche del 23 de febrero de 1981 (sólo dos años después de su enorme éxito con ¿Qué hace una chica como tú en un sitio como éste?), y me responde: En la plaza Dos de Mayo, buscando chocolate. Pero no había ningún camello; sólo había un tío tan colgado y tan pedo como yo.
Será un estereotipo, pero a mí me cae de puta madre.

miércoles, febrero 22, 2006

Una para las agendas:
Mañana en Astoria (que es como se llama el Nasti los jueves) toco con Jonston teloneando a Sixty-Nine Million Inches, un nuevo grupo español que guarda los discos de Calexico como oro en paño.
Y la semana que viene estaremos en Sevilla poniendo el colofón al trabajo realizado durante los últimos meses en la promoción del festival de spoken word Palabra y Música. El cartel es de impresión: Julian Cope, Jello Biafra, Richard Hell, Jarboe, Pablo Cobollo, Bruno Galindo + Strand, Circo de la Palabra Itinerante y el espectáculo Amor Bajo Cero (Dogo, Ro Sánchez y Julio de la Rosa).

Has leído bien: Julian Cope y Richard Hell. Y uno, a su edad, nervioso ante la inminencia de encontrarse ante ellos en pocos días.
Cuando esté cara a cara con Hell es probable que me fallen las rodillas. Desde el suelo le diré: Por favor, mátame.

sábado, febrero 18, 2006

Cuando me he levantado esta mañana, el sol brillaba con fuerza. En la plaza de la iglesia del Pont d'Inca, decenas de niños emborronaban cartulinas sentados en el suelo. Leyendo el periódico en el bar de la plaza, me entero de que ayer murió Ray Barretto.
De camino al aeropuerto, el campo y los almendros estaban llenos de flores. Pero Mr. Hard Hands murió ayer. Al salir del avión en Madrid, el cielo estaba tapado y la temperatura había bajado diez grados. Esta tarde salimos hacia Bilbao, pero antes pondré a Ray en un último homenaje.

miércoles, febrero 15, 2006

Clap Your Hands Say Yeah llenan salas en Nueva York sin tener un disco en la calle. Se autoeditan el disco y llegan a vender más de veinte mil ejemplares sin campaña de promoción, estrategia de márketing ni distribución en condiciones.
Arctic Monkeys llenan salas en Sheffield. Regalan sus maquetas a quien las pida. Llenan salas de dos mil personas en media Inglaterra sin tener un disco en la calle. Cuando finalmente lo editan, venden trescientos sesenta mil ejemplares en la primera semana a la venta.
Ambos casos han pasado en 2005, y han explotado fuera de su ámbito en 2006.
¿Está pasando algo, o son sólo casualidades que coinciden en el tiempo? Internet está cambiando el modelo de negocio, sí, pero ¿tanto?

miércoles, febrero 08, 2006




Fuimos prontito para no quedarnos fuera: The Rogers Sisters tocaban ¡gratis! en la sala Costello. No sé qué problema tendrán los madrileños con estas cosas, o será que estaban todos viendo a Depeche Mode, pero me parece increíble que haya un concierto gratuito de un buen grupo internacional, a una hora civilizada y en una sala céntrica, y no se llene el aforo de ciento cincuenta personas.
La sala Costello es un sitio chic, acorde con su situación a un paso de Chueca y junto a la Gran Vía, con una selección musical modernilla, poco compatible con la representación rockista y underground que se acercó a ver a las hermanas y el portugués de Nueva York. Pero el sótano donde se celebran los conciertos fue un descubrimiento: es un sitio idóneo para conciertos de pequeño aforo pero volumen alto, diría que mejor que la mayoría de salas donde suelen tocar los grupos pequeños en Madrid.
The Rogers Sisters sonaron bien, alto y claro. La cantante y guitarrista, cruce entre Belinda Carlisle y Christina Rosenvinge, salió a escena pintándose los labios mientras su hermana sudaba la camiseta desde la batería. El bajista es un monstruo que aporrea las cuatro cuerdas con un sentido del ritmo tan bailable como punk. Si esto es punk-funk, me apunto. Funk de garage y new wave con soul, que recordaba tanto a Devo y The B-52's como a los Demolition Doll Rods y a los grupos de rock de Detroit.
La imagen es de Jorge Obón, que estaba por allí asustando de lejos a quienes no le conocen.
El concierto fue breve, incluso con el bis de Captain Beefheart. A las diez nos estábamos tomando un salmorejo en el Pez Gordo, y a las doce, un pipí y a la cama. Planazo.

martes, febrero 07, 2006

Nosotros Los Chichos
Rosa Peña y J. A. Valderrama (Ediciones B)

Las últimas palabras del Jero (“el de en medio de Los Chichos”, según el homenaje de Estopa) fueron para su mujer: “Tráeme un chándal”, le dijo, y se tiró por la ventana. Este libro tiene un tonillo pasteloso y condescendiente, más propio de una tertulia de Cine de barrio (o de una entrevista de Andreu Buenafuente) que de las aventuras protagonizadas por el trío que puso música a la vida del Vaquilla, pero sus autores no escatiman tampoco anécdotas como ésta o incluso detalles escabrosos: desde los policías corruptos que se presentan en los camerinos con bolsas enormes de cocaína, hasta el miembro del grupo que compra un piso en la finca de su camello, para ahorrarse así los continuos viajes.
Sea como fuere, lo importante es reconocer la asombrosa vitalidad y la valía del repertorio de un trío de rumberos de Vallecas que abrieron camino a una de las etapas más originales, creativas y divertidas de la música en España. Tras ellos llegaron Las Grecas, Los Chunguitos, Los Chorbos, Los Calis... grupos que, como Los Chichos, hablaban sin rodeos –y con ritmos irresistibles– de la vida en las calles, en los barrios, en la cárcel. Sus letras hablaban de amor y desamor, pero también de meterse caña, de robar un coche o de las familias desestructuradas que veían a su alrededor. Puro costumbrismo caló que, con los excepcionales arreglos del maestro Torregrosa, se teñía de flamenco-soul en éxitos de gasolinera como “Quiero ser libre” o “Ni más ni menos”. Pues eso, ni más ni menos.

(Publicado en el nº20 de la revista LDNM, ya en la calle)